domingo, 12 de febrero de 2012

LA GRAN TRANSFORMACION COMO PARTO DE LOS MONTES



LA GRAN TRANSFORMACION COMO PARTO DE LOS MONTES
La expectativa y apoyo concitado por la “Gran marcha nacional por el agua” abre un nuevo capítulo en la historia del movimiento popular. Va mas allá de los reclamos que una parte de la izquierda le viene haciendo al presidente Ollanta Humala, para que retorne a la propuesta original de “La gran transformación”. Mirando de manera integral la demanda de los pueblos que resisten la voracidad de las inversiones mineras que afectan directamente sus modos de vida, tenemos que reconocer que no es solo el conflicto por el proyecto Conga. Son todos los conflictos generados por las inversiones extractivistas y de infraestructura que atentan contra la existencia social de las comunidades campesinas y nativas, con el argumento de “llevar progreso, modernidad y recursos financieros para sacarlos de la pobreza”. Si miramos bien, veremos que, al igual que en nuestro país, en todos los países de nuestro continente los conflictos se repiten por los mismos motivos: Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, Panamá. Este evangelio de “modernidad y progreso” es justamente, el nudo de todos los conflictos. ¿A qué progreso y modernidad se refieren los inversionistas y el estado que los promueve?

Llevamos 190 años de “República independiente”: ¿Dónde están los derechos ciudadanos de los pobladores que hoy, resisten con sus luchas la “cruzada de inversiones” que siguiendo el mismo estilo de los viejos evangelizadores “extirpadores de idolatrías”, quieren traernos su “modernidad y progreso” a cambio de las riquezas de nuestro territorio? Pareciera que, los inversionistas que controlan el estado celebrerían con gusto los 490 años de conquista, que comenzó precisamente en Cajamarca.

La región andino amazónica es un territorio estratégico codiciado para la economía y la geopolítica global, por su potencial como proveedora de recursos que se vuelven mercancías para los centros manufactureros más dinámicos, ubicados fuera de nuestro continente. De allí que el capital internacional imperialista requiere de inversiones en infraestructura para reducir costos y tiempos de transporte, teniendo al Brasil como el principal inductor de este proceso de reestructuración, modernización y expansión del actual modelo capitalista de desarrollo.

Es aquí donde se hace pertinente la pregunta acerca de la propuesta de “La gran transformación” concebida como “expansión y modernización” del capitalismo en el Perú. En esta visión, las inversiones extractivistas se convierten –a través de los acuerdos tributarios-- en fuente de ingresos para el estado, permitiéndole financiar programas sociales de corte populista para someter y controlar a los "excluidos", dándole estabilidad social al sistema y consolidar la actividad exportadora al tiempo que continúa creciendo el deterioro ambiental por el impacto que dichas inversiones tienen sobre la naturaleza. Con una mirada así, la propuesta desarrollista de “La gran transformación” no llegaría a ser más que un parto de los montes.

Necesitamos mirar en otra dirección. Desde la perspectiva de los pueblos que hoy, resisten y luchan contra las inversiones extractivistas y de infraestructura, porque en sus resistencias y luchas, esbozan una alternativa de vida, no solo para ellos sino para toda la humanidad: ¿Qué nos ha dejado la minería en los últimos cien años? ¿a cuánto asciende el valor de remediación del pasivo ambiental minero de esos últimos cien años? Necesitamos preservar la naturaleza, las fuentes de agua, los modos de vida en que fundan su existencia social las comunidades nativas y campesinas. Las comunidades urbanas necesitan plantearse la reorganización de sus modos de vida ante la inminencia de la escasez de agua, alimentos y energía. No queremos un “capitalismo inclusivo”, nacional, democrático, o como quieran llamarlo, porque el resultado final va a ser siempre el mismo que ya conocemos: Desaigualda, exclusión y pobreza. Aspiramos a un nuevo ordenamiento social que puede tener como referencia, el debate sobre el Buen Vivir en los países andinos.

Alberto Acosta, quien como presidente de la Asamblea Constituyente ecuatoriana fue uno de los más activos promotores de la idea, lo entiende como una “oportunidad” y una “opción a construir”. A su juicio, el Buen Vivir no puede ser reducido al “bienestar occidental”, y requiere apoyarse en la cosmovisión de los pueblos indígenas, donde lo que podría llamarse como mejoramiento social es “una categoría en permanente construcción y reproducción”. Los bienes materiales no son los únicos determinantes, sino que hay “otros valores en juego: el conocimiento, el reconocimiento social y cultural, los códigos de conductas éticas e incluso espirituales en la relación con la sociedad y la Naturaleza, los valores humanos, la visión del futuro, entre otros”.

El intelectual aymara David Choquehuanca, actual ministro de relaciones exteriores de Bolivia, sostiene que el Vivir Bien es “recuperar la vivencia de nuestros pueblos, recuperar la Cultura de la Vida y recuperar nuestra vida en completa armonía y respeto mutuo con la madre naturaleza, con la Pachamama…”

El Buen Vivir implica un cuestionamiento sustancial a las ideas contemporáneas de desarrollo, y en especial a su unidad simbiótica con la idea de crecimiento económico y su incapacidad para resolver los problemas de la pobreza, con sus prácticas que terminan en graves impactos sociales y ambientales.

La propuesta de “El Buen Vivir” viene a ser un viento fresco que nos trae la posibilidad de encontrar otras salidas distintas y opuestas a la lógica de acumulación del capital, a quienes no queremos someternos a la idea de que el “capitalismo democrático liberal” es el “menos malo” de todos los sistemas conocidos. El filósofo comunista, Slavoj Zizek, señala que: “La lógica de acumulación capitalista, en su naturaleza actual, tiene cuatro antagonismos que limitan su reproducción indefinida: La creciente amenaza de una catástrofe ecológica; la inadecuación de la noción de “propiedad privada” a la “propiedad intelectual”; las implicaciones socio-éticas de los nuevos desarrollos tecnocientíficos (especialmente en el campo de la biogenética); y por último, pero no por ello menos importante, las nuevas formas de apartheid, los nuevos Muros, los barrios marginales”. Estos antagonismos ponen en primer plano la violencia sistemática con que el capital intenta privatizar el territorio de “lo común”, que es “la sustancia compartida de nuestro ser social”, para convertirlo en mercancía:
• Lo común de la cultura, el conocimiento, el lenguaje, la educación, la recreación, etc.
• Lo común de la naturaleza externa amenazada por la contaminación y la destrucción.
• Lo común de la naturaleza interna (herencia biogenética de la humanidad) amenazada por la nueva tecnología biogenética y su proyecto de “Hombre nuevo” (Cyborg).
La defensa de “lo común” de la humanidad es lo que pone en agenda el renacimiento de la idea comunista, entendida esta, no como una idea eterna o “fin de la historia” sino más bien, como un movimiento de resistencia a la expropiación/privatización de “lo común”. Recientemente, un historiador –Eric Hobsbawn--, se preguntaba: “El socialismo fracasó y el capitalismo está en bancarrota. ¿Qué viene ahora?”. Frente a la crisis del “capitalismo liberal democrático” y el poder ascendente del modelo asiático de “capitalismo inclusivo autoritario”, la respuesta la están dando los movimientos indígenas y los indignados de todo el mundo.

La “Gran marcha por el agua” nos enseña entonces, la necesidad de volver a empezar desde el principio, una y otra vez, sumando fuerzas que trasciendan lo inmediato y contingente. En esta perspectiva, la de El Buen Vivir, llamamos a desplegar una campaña por la “Recuperación de la memoria histórica” que nos permita acometer con éxito la batalla por el orden simbólico, descolonizando nuestra subjetividad hoy encadenada al “mito del desarrollo” dentro del cual, subyacen viejas formas de exclusión, dominación y explotación. ¿Por qué es necesario recuperar la memoria histórica? Porque no será posible construir ningún futuro sino tenemos conciencia del proceso que nos trajo hasta la colonialidad presente. Porque el enemigo que enfrentamos fundó su dominación en el terrorismo evangelizador de la “Extirpación de idolatrías”, para internalizar en nuestra conciencia la idea de su superioridad cultural. Tenemos que revertir ese proceso pues, como lo señalaba Orwell, “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado”: 490 años después, seguimos dispuestos a reivindicar nuestra historia, vinculando hoy, lo cotidiano con lo estratégico a partir del reconocimiento del legado cultural de los pueblos andinos prehispánicos, que supieron armonizar la relación del hombre con la naturaleza, orientando nuestra acción política a defender y/o reorganizar nuestras condiciones de existencia.

Lima, 12 de febrero del 2012

Calixto Garmendia

Los mendigos pelean por Madrid
Tácitos escuadrones que disparan,
con cadencia mortal, su mansedumbre,
desde un umbral, desde sí mismos, ¡ay! desde sí mismos.
Potenciales guerreros
sin calcetines al calzar el trueno,
satánicos, numéricos,
arrastrando sus títulos de fuerza,
migaja al cinto,
fusil doble calibre: sangre y sangre.
¡El poeta saluda al sufrimiento armado!
César Vallejo

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