LA HISTORIA QUE PUEDE SER
Un día como hoy, hace 20 años, el tristemente célebre FUJISHOCK nos golpeó a todos los peruanos, con la aplicación de un programa de ajuste fiscal, despidos y alza general de precios, que permitieron una mayor rentabilidad y seguridad a los inversionistas extranjeros, temerosos de invertir por los sobrecostos laborales y el intervencionismo del estado en la actividad productiva. El resultado de esta medida fue mas que satisfactorio para los representantes del capital, y tristemente lamentable para las fuerzas del trabajo y sectores populares en general.
En 1997, en plena euforia del capitalismo neoliberal triunfante en el mundo entero, y en particular en Perú, donde la democracia autoritaria se imponía sin resistencias explícitas, Aníbal Quijano publicaba en el diario La República, un texto cuyo título concitaba la atención y la esperanza: “¿
Fin de la Historia o comienzo de una nueva?”
La tesis central del texto cuestionaba la idea dominante entonces, que el triunfo del pensamiento liberal sobre su principal oponente: el socialismo, auguraba un nuevo milenio de crecimiento y prosperidad capitalista liberal.
Quijano señalaba, por el contrario, que la caída del “muro de Berlín” significaba mas bien la derrota del pensamiento liberal pues, su oponente –el socialismo— había nacido de el y estaba inscrito en la misma perspectiva del pensamiento occidental eurocentrado. Repasando la historia del movimiento socialista concluía que, para todo efecto práctico, el movimiento socialista había desempeñado el rol de “ala izquierda” del liberalismo, contribuyendo eficazmente mediante la idea del “incesante desarrollo de las fuerzas productivas” y de las demandas economicistas del movimiento sindical, a la expansión del capitalismo hasta los niveles alcanzados al final de la guerra fría. El “socialismo real” contribuyó grandemente a la expansión del conocimiento y el desarrollo tecnológico, que fueron elementos decisivos que permitieron al comando del capital, tomar el control absoluto del proceso histórico que estaba en curso. El terreno de competencia entre el capitalismo y el “socialismo real” fue el mundo entero, y la derrota de este trajo consigo el control total del mundo por el comando del capital. Derrotado el socialismo, el capital necesitaba una nueva frontera que conquistar, ¿hacia donde expandirse ahora?
La tesis propuesta era que el triunfo del pensamiento liberal no pasaba de ser una “victoria pírrica”. El capitalismo, para ser tal, no puede dejar de crecer “ad infinitum”, y la última frontera era ahora, el trabajo, la naturaleza y la vida, cuya conquista y sometimiento amenazaba ya, dejar sin base de sustentación a la lógica de crecimiento del capital.
Las últimas décadas hemos venido constatando el creciente deterioro de la calidad de vida de las personas en medio de un aparentemente deslumbrante auge del consumo de todo tipo de bienes y servicios, gracias al desarrollo tecnológico que permite la reducción del tiempo de trabajo socialmente necesario y de la masa salarial (“competitividad” le llaman quienes controlan “los mercados”) compensada con la facilidad del crédito, que conlleva un endeudamiento permanente en una suerte de versión contemporánea del antiguo sistema de “enganche”.
La privatización de los estados y con ello, de los servicios públicos que le estaban asociados (educación, salud, seguridad social, etc) de la mano con las reformas que eliminan los “sobrecostos” laborales (indemnizaciones, jornadas de trabajo fijas, vacaciones, gratificaciones, etc) han precarizado y reducido a la incertidumbre la situación del empleo; con el pretexto de dar trabajo a los desocupados han eliminado la estabilidad laboral y con ello, la base social de una oposición organizada y disciplinada a partir de los sindicatos.
Asimismo, detrás de un aparente frenesí de consumo empieza a verse en su verdadera magnitud la creciente e irreparable destrucción de la naturaleza. La extracción de materias primas que permitan asegurar el suministro de energía, materiales e insumos indispensables para el funcionamiento de todo el actual sistema urbano-agro-industrial capitalista se ha disparado en tal magnitud que, las últimas fronteras naturales –los bosques amazónicos, la cordillera andina y la plataforma submarina--, empezaron a ser “tomados por asalto” por los inversionistas interesados en minería, petróleo, biotecnología, y todas aquellas fuentes de vida susceptibles de ser convertidas en mercancía. La vida cotidiana ha sido colonizada, desintegrando el tejido social preexistente, degradando la vida doméstica de las familias, dejando en el desamparo a niños, ancianos y enfermos, estimulando la proliferación de formas perversas de subsistencia y explotación.
El “proyecto a futuro” del comando del capital no considera para nada las formas de vida que actualmente conocemos. ¿Es esto exagerado?
El capitalismo en cualquiera de sus variantes, tiene un mismo origen, una misma lógica y una misma finalidad: Competir, Someter, Dominar, Explotar, Crecer, Acumular, Controlar, Centralizar, Acaparar, Destruir a quien considere su rival.
¿Y cual es la raíz de este pensamiento, de esta conducta?
La Cosmovisión occidental, cristiana, capitalista y patriarcal,que se apoya en la idea expresada en el libro del Génesis, según la cual, Dios crea la naturaleza y pone al hombre (masculino) como señor de ella. La naturaleza deviene en “objeto” y el hombre se constituye en “sujeto de la historia”. La separación entre “alma” y “cuerpo” conlleva a que “La Razón” sea considerada como atributo masculino; y que “la naturaleza”, como expresión de lo femenino, esté sometida a la razón.
El pensamiento liberal desarrolló esta visión que confiere a la ciencia y tecnología la misión de poner la naturaleza al servicio del hombre, al punto que, a partir de un cierto momento, ha llegado a hablarse de la “Artificialeza” o “Artificialidad” como expresión de las tendencias virtuales que aspiran a someter y dominar al “mundo real”.
Hace 475 años, en este territorio que hoy se llama Perú, los conquistadores de entonces, con la “espada, la cruz y la ambición (capital)” impusieron su cosmovisión occidental y cristiana, sometiendo, aplastando y persiguiendo la cultura andina a través de la “Extirpación de idolatrías” (evangelización); pero no pudieron destruirla del todo, porque sobrevive en nuestra forma de ser, y es expresada y defendida hoy, por los pobladores andinos y amazónicos que resisten el asalto a sus territorios por parte de los inversionistas extranjeros promovidos desde el estado peruano.
La Cosmovisión andino-amazónica es muy sencilla y parte de considerar al hombre como un elemento más de la naturaleza, igual que los animales, las plantas, los cerros, los rios y los mares. Es por ello que su práctica social es ajena y opuesta, a la lógica del capital.
¿En que punto nos encontramos nosotros? ¿seremos los “felipillos” de hoy, que facilitemos la conquista de los últimos territorios no sometidos a la dominación del capital?¿nos destruiremos a nosotros mismos o daremos la batalla, hoy, a las fuerzas de la “cruz, la espada y el capital”?
Calixto Garmendia